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Bad Bunny Desconectado

Este año, Benito Antonio Martínez Ocasio cumplió 27 años. Ha sido un momento de introspección.

Bad Bunny en Tuome en New York. Photo: Maridelis Morales Rosado
Bad Bunny en Tuome en New York. Photo: Maridelis Morales Rosado
Bad Bunny en Tuome en New York. Photo: Maridelis Morales Rosado

¡Estamos activa’os!”, Me dice Bad Bunny cuando me reúno con él y con los tres miembros de su equipo en un restaurante con estrellas Michelin en el East Village durante una de las primeras noches frías de noviembre. Está arropado en un gran abrigo negro y revisando su teléfono; un solo rizo trenzado y enroscado con una cuenta de plástico cuelga sobre su ojo izquierdo. El único remanente visible del enorme alter ego de Benito Antonio Martínez Ocasio son sus uñas, inmaculadamente arregladas con una manicura verde.

Hay un silencio breve y algo de risas ahogadas alrededor de la mesa. Es dolorosamente obvio que los niveles de energía en este momento son extremadamente bajos; definitivamente no están activa’os. Martínez Ocasio se ve como un chico aburrido, cansado, obligado a asistir a una reunión con la familia. “Bueno, llegaremos ahí”, me asegura tomando un pequeño trago de su vino blanco.

En persona, Martínez Ocasio transmite una humildad que oculta su poder como celebridad. Tal vez es lo frecuentemente que menciona a su madre (tanto en conversaciones como en sus canciones). “Cuando empieza ‘Safaera’”, dice con referencia a la canción de su álbum YHLQMDLG que rinde homenaje a los inicios de reggaetón (en la época en que lo llamábamos “underground”) con sus letras sexualmente explícitas, “de verdad, me dio como un regaño”. Lo explica en un tono gentil pero preocupado y empieza a imitar la voz de su madre. “Benito te safaste”, recuerda que le dijo ella. “¡Pero te safaste, Dios mío!” O tal vez es que sigue juntándose con el mismo grupo que ha tenido desde que estaba creciendo. (Su amigo de la preparatoria, Pino, nos acompaña para cenar). No hay que mencionar que cuando estos dos puertorriqueños se encuentran en cualquier lugar fuera de la isla, nunca son extraños. A menudo, cuando Martínez Ocasio hace sonidos chistosos mientras nuestros platos llegan a la mesa, me acuerdo de cuando me reunía con mis primos en casa. “Unos refrigerios para ustedes”, anuncia el mesero, a lo que él responde con un “¡Brr!”. “Aquí hay unos crujientes huevos a la diabla”, lo que provoca un “¡Bop!”. Declara que el pescado tartar es “bien bellaco”. Cada frase literalmente está salpicada con “cabrones”, una muletilla grosera que puede significar algo muy bueno, muy malo o muy difícil, o que alguien es un idiota. Para los hombres de cierta edad en la isla, la palabra se usa comúnmente como sinónimo de “amigo”.

“Ha sido un año cabrón en muchas cosas”, dice Martínez Ocasio. Después de casi dos años de conciertos cancelados, ha estado pasando de una cosa a la otra, hasta llegar a la actuación. Está en la ciudad para promover la tercera temporada de Narcos: México, la serie de Netflix en la que hace el papel de El Kitty, un “narco júnior” que se relaciona con el clan de los Arellano Félix, la familia que es cabeza del Cártel de Tijuana. Después de rodar los episodios en México, fue a Los Ángeles para actuar en un rol en la próxima película del director David Leitch, Bullet Train, con Brad Pitt. En febrero, estuvo en Nueva York para presentarse como el invitado musical en Saturday Night Live, en donde actuó como pirata y planta bailadora en dos escenas respectivamente. Disfrutó enormemente cada segundo. “La actuación, si se me da seguir en un futuro, me gustaría más esa línea de comedia, o un poco más drama, que ahora mismo, que estoy en (el género de) acción”, indica. Las películas de acción, señala, son para él, “la última opción a la hora de ver una película”. (La semana anterior había visto por primera vez todas las películas de Harry Potter. “Llevo toda esta semana hablando solo de Harry Potter y cuando veía algo en referencia a Harry Potter, haciendo chistes […] y yo solo decía, ¿por qué no las vi antes?”, dice. “Como que me ha arrepentido”). Sin embargo, es posible que la más memorable actuación de Martínez Ocasio este año haya ocurrido en otra franquicia que requiere una habilidad innata para la comedia: WrestleMania de WWE. Se mudó a Florida por tres meses esta primavera para entrenar. Como ferviente admirador, sabía que el resto de los espectadores estarían escépticos. “Ellos no son fans de Bad Bunny. No escuchan reggaetón, (lo de) ellos es metal”, indica”. “Ellos me odian y yo como que me río […] me gusta. Ya yo estaba preparado para el hate”, agrega. Al final, se ganó a los admiradores. Fue un debut admirable. Ver a Bad Bunny pelear en el ring, saltando de la tercera cuerda y haciendo una “tijera satélite de cabeza”, fue como ver a alguien vivir el sueño de su infancia.

Martínez Ocasio como Arturo “Kitty” Páez en Narcos: México. Photo: Courtesy of Netflix

Dada la trayectoria de carrera de Martínez Ocasio en los últimos cinco años, tendría sentido tomar el tiempo obligatorio de descanso de las giras y convertirlo en vacaciones. (Regresará este invierno, empezando con su enorme concierto P FKN R en el Estadio Hiram Bithorn en San Juan en diciembre). Martínez empezó a subir canciones a SoundCloud en 2014 y trabajaba como empacador en un supermercado en Vega Baja, Puerto Rico, el pueblo en donde nació y creció. Tres años después, firmó un acuerdo con la disquera Hear This Music de DJ Luian. Rápidamente, surgió como un artista único en el género latino trap-urbano, gracias a su extravagante sentido de la moda y a que no tenía miedo de cantar sobre tener su corazón roto; una marcada diferencia de las letras con identidad de “macho” y enfocadas en el sexo que son tan prevalentes en el género (aunque también cuenta con muchas de ellas). Lanzó una serie de canciones populares, que a menudo hacían referencia a los grandes en el género: Daddy Yankee, Karol G, Farruko, y Anuel AA. Para cuando fue invitado en “I Like It” de Cardi B en 2018, su presencia fue casi como una colaboración conjunta: aquí estaba Cardi, presentando a Bad Bunny a una audiencia internacional más grande, y aquí estaba Cardi mostrando a las comunidades puertorriqueñas y latinoamericanas que ella “entendía”.

De ahí, lanzó cuatro álbumes en rápida sucesión, masivamente exitosos y alabados por la crítica. Su álbum debut, x100pre, fue lanzado en la Nochebuena de 2018 y en 2020 lanzó otros dos álbumes grabados en estudio, además de una compilación de canciones que tenía por ahí, Las Que No Iban a Salir. Él lee las críticas. “No las tomo todas en serio; las buenas me las llevo conmigo”, dice. “Las malas, algunas veces las leo y pienso Damn, they’re right (caramba, tienen razón). Uno se da cuenta que no son malas críticas, es crítica válida. Y hay personas que están en un viaje loco y uno tiene que ignorarlas”.

Este año empezó a trabajar en su cuarto álbum grabado en estudio, pero no habla mucho sobre esto. Martínez Ocasio sigue siendo un cantautor espontáneo. “En el momento de escribirla, como que no la hago con esa intención. No es como que digo…”, dice adoptando un tono de voz entre serio y cómico, “voy a escribir esta canción pensando en tal persona y lo que pasó en aquel verano del 2001. Después de que la escucho completa digo ‘¡ea diablo, yo estoy hablando de esta cosa!’”.

Parte de ser internacionalmente famoso es el creciente escrutinio de todo lo que se hace. En octubre, “Safaera”, una de sus canciones más populares, desató una pequeña controversia cuando Bad Bunny, junto a los artistas que lo acompañan, fue demandado por violación a derechos de autor, por parte de AOM Music, Inc., que es dueña de muchas de las canciones de uno de los primeros íconos del género, DJ Playero, indicando que había muestras o referencias de ellas en la canción. En un giro interesante, DJ Playero publicó una declaración indicando que no tenía conocimiento de la demanda y que, por varios años, la compañía, con la que no tenía afiliación, había estado ganando dinero por sus canciones. Cuando se lo menciono, Martínez Ocasio responde, “no estamos hablando de eso”. Le hablo sobre cuánto disfruto del loco contenido lírico de la canción y se vuelve a animar. “Lo único que te puedo decir de la demanda (es que uno puede) escuchar a un abogado gringo decir (y empieza a imitar el acento estadounidense) ‘chocha con bicho, bicho con nalga’, hablando sobre el caso y bien serio”.

La demanda ocurrió después de otro escándalo público. En septiembre, el artista colombiano J Balvin (quien a menudo colaboraba con Bad Bunny, incluso en el álbum conjunto Oasis de 2019) expresó su decepción con los Latin Grammy por no valorar el género urbano y llamó a un boicot de la organización (había recibido tres nominaciones ese año, dos por su canción “Agua” de la película The SpongeBob Movie: Sponge on the Run). El artista puertorriqueño René Pérez Joglar, quien graba con el nombre de Residente, se ofendió cuando Balvin llamó al boicot a los premios en un año en el que se rendirían honores al legendario músico Rubén Blades. También, memorablemente comparó la música de Balvin con un carrito de hot dogs. Martínez Ocasio entró en el debate durante una entrevista en un programa de radio dominicana. “Si yo fuera un juez de los Grammy”, dijo, “yo ni siquiera nominaría ‘Agua’ para (los premios) Nickelodeons (es decir, los Kid’s Choice Awards), y a él lo tomaron en consideración”. Le pregunto si ha hablado con Balvin recientemente. “¿De los hot dog y todo eso? No, no de verdad que estoy aquí comiendo 5 estrellas”, responde, provocando carcajadas en toda la mesa. “No he hablado sobre eso con él pero de verdad no, no lo veo como un tema que sea necesario. Lo que yo dije en la entrevista, dije mi opinión normal. Él sabe lo que yo pienso de él, de su música y de lo que él hace. La gente piensa: ‘ah, los amigos’ como si habláramos todos los días. No es como una relación de que hablamos todo el tiempo y que jangueamos, ¿me entiende? Así con los artistas, yo ese tipo de relación como que no la tengo. Se me hace bien difícil tenerla”.

No es de sorprender que Martínez Ocasio casi se haya retirado de las redes sociales, a pesar de que resurge en Twitter de vez en cuando con algo críptico y medio poético, como “me duele, pero no se en dónde”, y “a veces uno piensa sí, pero no”, o en Instagram donde publica selfis esporádicos. (El año pasado, cientos de miles de personas se sintonizaron para verlo tocar fragmentos de música nueva en un evento en vivo de tres horas en Instagram Live.) Le pregunto si tiene una cuenta secreta de Instagram. “¡Ayyyy!”, responde riendo. “¿Qué pasa?”. (Reconoce que no existe una cuenta secreta de Bad Bunny). “Cada vez posteo menos”, dice, antes de lanzarse en una vaga reflexión sobre las redes sociales. “Yo estaba todo el día en el teléfono […] pero he aprendido que como que no es necesario. Papi, si tú estás hablando con tu novia, está cool, si estás hablando con tu pana, está cool, si estás hablando con tu mai, está súper cool. Pero cuánto de cabrón, si tú lo que estás es escroleando Instagram, Facebook, Twitter, tú eres un estúpido, tú eres una estúpida, ¿me entiendes? Como que de verdad, mejor vete de aquí. Porque aquí todo mundo está guillando, todo el mundo está hablando, todo el mundo está haciendo chistes, todo el mundo está conversando — historias, anécdotas, experiencias y tú en fucking Twitter en fucking Facebook”.

“Y mira, lo entiendo”, continúa. “La gente lo hace hasta sin querer. Ahora mismo yo me quedo callado, yo hablo más nada, tú coges el teléfono. Cabrón, ¡no es obligado!  Podemos estar en silencio. Podemos estar disfrutando de eso mismo, del silencio, de no hacer nada. El silencio no es sinónimo de aburrimiento”.

Me pregunto cuánto tiene que ver su fama con este deseo de que todos vivan en el momento junto a él. Cuánto de esto es un miedo de que alguien pueda estar rompiendo el círculo de confianza inherente en un grupo de amigos cuando hay una celebridad en el centro. En los últimos tres años, su fama ha aumentado de forma exponencial. Ha ido más allá del mercado de música latinoamericana para entrar en la cultura dominante estadounidense; ha aparecido en programas de televisión y en películas y ha grabado un álbum tras otro. En Puerto Rico tenemos un dicho: “No es lo mismo llamar al diablo, que verlo venir”, o no es lo mismo pensar en algo que realmente lidiar con ello. Uno crece, uno quiere ser famoso, pero, ¿qué pasa cuando se logra?

Le pregunto cuándo fue la primera vez que se dio cuenta de que era famoso. Se toma unos cuantos segundos para pensar. “Yo todos los días me doy cuenta. Te lo juro”, dice. “Hace tres, hace dos semanas atrás yo estaba hablando conmigo mismo como que aceptándolo. Como que ‘cabrón, esto es lo que tú eres. tienes que aprender a vivir con eso’”. En este momento, parece un poco atormentado con esto. “Hay veces que, que todavía me choca”, dice. “Siempre sucede algo, como que alguien viene a pedir foto, ¡y no está mal!  Pero tampoco está mal que yo me sienta mal”.

“Sí, puede ser que a mí me guste la atención”, continúa, “pero por ser Benito, como que Benito es así. A Benito le gusta hacer chistes, con los míos. Ya cuando yo estoy en otro grupo yo puedo ser un poco tímido, no me atrevo quizás a ser igual hasta que coja confianza”. Me sorprende la primera vez que habla de sí mismo en tercera persona. Pero me parece que es una herramienta que usa para seguir siendo Benito Antonio Martínez Ocasio de Vega Baja, quien ya autodeclaró estar viviendo “como soñó a los 17”, como cantó en “Estamos Bien” en 2018, cuando todavía no era un nombre de reconocimiento internacional.

Hacia el final de nuestra comida, el amigo de la preparatoria comparte que cumplirá 27 años al día siguiente; Benito cumplió 27 a principios de este año. Le pregunto si sabe sobre el retorno de Saturno. Se inclina seriamente hacia enfrente: “Cuéntame de esa mierda”. Le explico cómo los planetas se alinean en el año 27 de una persona, cómo es un momento para evaluar la propia vida, para pensar sobre el cambio, para la introspección.

“No sabía eso”, dice Martínez Ocasio. “Eso me llena de mucha paz, saber que eso es algo”. El último año, agrega, ha sido “de pinga. De pinga. Real”.

Le digo que lo malo es parte de esto también. “Es parte de” agrega. Igual, esto no hace que las cosas sean fáciles ahora. “Lo hago ahora mismo. Yo mismo me hablaba y me decía que ‘cabrón ya tú llevas tiempo en esto, como que tienes que aceptar’. Todavía sufro con algunas cosas. Y todo lo que ha pasado sé que es parte de la vida y como que tiene que pasar. Y aprendo y ya. Pero se llora y ya”.

*Una versión de este artículo aparece en el número del 22 de noviembre de New York Magazine. ¡Suscríbase ahora!

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