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Bienvenido a Bad Bunny’s Puerto Rico

Su nuevo álbum, DeBÍ TiRAR MáS FOToS, es una lección de historia y un regreso a su hogar.

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Antes de ser Bad Bunny, cuando Benito Antonio Martínez Ocasio era solo Benito — llamado como su padre, quien se llamaba como su padre — no sabía mucho sobre la historia de Puerto Rico. Creció en un barrio llamado Almirante Sur en Vega Baja, a unos 45 minutos en auto desde San Juan, dependiendo de lo bueno que seas navegando los boquetes. En la escuela, le enseñaron que Cristóbal Colón “descubrió” la isla; que Juan Ponce de León fue su primer gobernador, designado por la Corona española a 4,000 millas de distancia; y que Luis Muñoz Marín, el homónimo del aeropuerto grande, se convirtió en el primer gobernador de Puerto Rico elegido democráticamente en 1948.

“Eso es básicamente 500 años de historia que no nos enseñan”, dice. Estamos sentados dentro de una claustrofóbica oficina detrás del estudio de baile Arthur Murray en Miramar, un sector de San Juan, unos días antes de Navidad. Se encuentra entre tomas de su video musical para “BAILE INoLVIDABLE”, un tema de salsa inesperadamente auténtico de su sexto álbum de estudio, que se lanzaría dos semanas después. La oficina con paneles de madera oscura y paredes cubiertas de cintas VHS, casetes y CD, parece estar atrapada en 1994. Todavía lleva puesto el chándal gris arrugado que usó para filmar, y una cadena de oro con un pequeño colgante en forma de machete alrededor de su cuello. “No hablan de todos los gobernadores gringos que nos robaron como lo hizo España”, continúa. “Y de todos los gobernadores gringos que mataron puertorriqueños, igual que España mató a taínos”.

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Tal y como escribe Juan González en su libro La cosecha del imperio: Historia de los latinos en Estados Unidos, “a pocos niños de las escuelas públicas, incluso a los niños puertorriqueños, se les enseña algo sobre Puerto Rico, excepto su ubicación geológica y el hecho de que ‘pertenece’ a los Estados Unidos” — que la isla es “como un hijito de Estados Unidos”, dice Benito, sentado en la silla de oficina y delineando la forma de la nación con sus dedos en el aire. Hablamos en una mezcla de español e inglés — él habla más del primero; yo del segundo — después de convencerlo de que “entiendo casi todo, de verdad”, ya que crecí en el Spanish Harlem con un padre del lado sur de la isla y una madre de la República Dominicana. Quiero escucharlo pensar, procesar, reflexionar sin la autoedición de la traducción. Si bien el inglés de Benito ha mejorado — como le dijo a Jimmy Fallon en The Tonight Show en enero — sus palabras fluyen más rápido, más llenas, más cabrón en su lengua materna.

Benito, quien ahora tiene 30 años, ha estado aprendiendo por sí mismo las lecciones que nunca recibió, “leyendo, viendo cosas, escuchando canciones — porque también se puede aprender a través de las canciones”. No ha terminado, pero va paso a paso, diciendo: “Quiero aprender cada día más”. Técnicamente, esta educación comenzó mucho antes, cuando era un niño y escuchaba las noticias locales en el televisor de sus padres. “Viendo cómo este gobierno acusaban a fulano, fulano y ‘corrupción’, ‘corrupción’”, dice sobre los titulares que aparecían en la pantalla. Benito es parte de lo que Mayra Vélez Serrano, profesora de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras, ha llamado “la Generación de la Crisis”: nacidos en los años 90 y principios de los 2000, los puertorriqueños de la edad de Benito y más jóvenes han crecido bajo sucesivos desastres políticos, fiscales o climáticos con pocos momentos de calma entre ellos. Como él dice, han pasado toda su vida sobreviviendo “otra etapa de lo que es la colonización.”

A veces la distancia puede aclarar lo que la inmersión oculta. El año pasado fue el que más tiempo pasó fuera de la isla. En la primera mitad, estuvo de gira por Norteamérica promocionando su álbum más reciente Nadie sabe lo que va a pasar mañana, un regreso piketú al trap latino que le valió otro Grammy Latino y $208 millones de dólares en ventas de entradas. En mayo, copresidió la Gala del Met y el mes siguiente voló a París para actuar en la Place Vendôme para Vogue World. En otoño pasó un tiempo en Nueva York, filmando escenas para la próxima película de Darren Aronofsky, Caught Stealing, y en Nueva Jersey, donde apareció en un cameo junto a Adam Sandler en Happy Gilmore 2.

“Cabrón, este año para mí ha sido largo y ha tenido demasiadas partes”, dice, mirando al suelo como si intentara recordarlo todo. “Yo tuve una gira, tuve tres novias, tuve tres hijos… No tuve tres hijos”, dice en broma, provocando que la cabeza de su publicista se levante de su teléfono con un leve pánico.

Mientras más tiempo ha estado fuera, más ha llegado a comprender algo que cualquier boricua en la diáspora sabe muy bien: siempre hay una parte de ti que está en la isla, incluso si no lo estás. “No importa en qué parte del mundo esté, puertorriqueños que llevan años fuera de Puerto Rico, como tu papá, duermen en ese lugar, pero viven en Puerto Rico”.

Por eso también ha pasado los últimos 12 meses volviendo a la isla a través de su nuevo álbum, DeBÍ TiRAR MáS FOToS, un desfile triunfal a lo largo de 5,325 millas cuadradas y miles de años de historia. Y es por eso que, al menos por el momento, no se va a ninguna parte. Como declara en el final del álbum:

De aquí nadie me saca, de aquí yo no me muevo / Dile que esta es mi casa donde nació mi abuelo / Yo soy de P fuckin’ R.

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Unas semanas antes, un lunes por la mañana, Benito se despierta en casa — por fin, después de tres meses consecutivos fuera. En la finca donde nos encontramos, el zumbido de la salsa proviene de unas bocinas cercanas, interrumpido ocasionalmente por el clic-clac de sus amigos chocando fichas de dominó en una mesa de plástico, mientras el olor agridulce del ajo y las cebollas rojas en una sartén caliente emana de la cocina. Con un par de chanclas azules Adidas y su ropa de estar en casa — un par de pantalones cortos Bode, de satén, sin atar, y una camiseta de Tito Trinidad — camina de un lado a otro, preparándose lentamente para el día, todavía con los ojos vidriosos detrás de sus gafas de sol Celine.

El aire está cargado de humedad, del olor a hierba húmeda y del croar de los coquíes, las ranas nativas de Puerto Rico. La extensa propiedad está rodeada de vistas trascendentales de las montañas. Son montañas como estas las que Benito tenía en mente cuando comenzó DeBÍ TiRAR MáS FOToS. Había estado pensando en la gentrificación y privatización en curso de las playas de la isla — playas que, me dice Benito entre comillas, parecen “totalmente conquistadas”. Aunque las playas — es decir, toda la tierra que el agua toca con la marea más alta — están legalmente obligadas a ser accesibles al público, el desarrollo de lujo a menudo invade la costa, ya sea con nuevas construcciones o erigiendo obstáculos como portones. “¿Y qué tal si un día ya tienen todas las playas?”, dice. “Lo único que va a quedar es el monte y van a querer también coger el monte y la montaña”.

Se imagina a sus compatriotas boricuas retirándose cada vez más hacia el centro de la isla a medida que compran más y más tierras. Hasta que todos estemos así, dice, abrazándose y encogiéndose en su asiento. Ahí es adonde quiere llevarnos en este álbum, dice: “al centro, al monte”.

Esa imagen de sus puertorriqueños varados y atrapados lo ha mantenido despierto por las noches. “Esto fue un sueño que yo tuve”, dice al principio de su inquietante bolero “LO QUE LE PASÓ A HAWAii”, el tema decimocuarto de DeBÍ TiRAR MáS FOToS. La canción es una súplica elegíaca para que el borrado cultural que ocurrió en Hawaii no suceda en su hogar. Contra un bajo sintetizado, las escasas cuerdas de la música jíbara y los cantos de fondo de los coquíes y un gallo, su voz es tan pesada y lánguida como el clima de la isla: “Quieren quitarme el río y también la playa / Quieren al barrio mío y que abuelita se vaya”.

“Cuando expresó el concepto”, me dice MAG, el productor de Un Verano Sin Ti y gran parte de DeBÍ TiRAR Más FOToS, “nos sentimos abrumados porque es como si estuviéramos tratando de ejecutar esta canción muy profunda que él ya había escrito pero que no tenía música para ella. Recuerdo que trajimos a todos estos músicos y él le dijo al chico que estaba tocando el güiro: ‘Quiero que toques como si fueras el último puertorriqueño que queda en la isla’. Y si escuchas el final de la canción, él expresó eso en su forma de tocar, porque lo último que escuchas es el güiro y como que se apaga. Si lo escucho ahora, todavía se me aguan los ojos”.

Benito dice que el álbum lo ha reconectado con quien él realmente es, su yo interior, incluyendo las partes de él que fueron moldeadas por la agitación política de la isla. Benito nació un año después de que el gobernador Pedro Rosselló iniciara su primer cuatrienio, el cual fue plagado de escándalos, y el mismo año en que Rosselló comenzó a privatizar el sistema de salud y los hospitales públicos de Puerto Rico, agobiando a los boricuas que no podían pagar un seguro privado. Siguieron años de incertidumbre económica, austeridad, recesión y más privatizaciones. Las deudas de Puerto Rico se acumularon a medida que los sucesivos gobernadores no lograban encontrar la estabilidad. Luego llegaron los “fondos buitres”, que compraron esas deudas con descuento, sabiendo que debido a una ley de bancarrota aprobada en 1984 por el Congreso de los Estados Unidos y la Constitución de la isla, Puerto Rico se vería obligado a pagarlas. Cada presidente de los Estados Unidos pareció apretar aún más las tuercas. El presidente Obama, por su parte, firmó el proyecto de ley PROMESA, creando una junta de supervisión financiera, conocida por muchos puertorriqueños como La Junta, para lidiar con esas deudas, lo que llevó a más medidas de austeridad, incluido el cierre de más de 400 escuelas.

Benito estaba entonces en la Universidad de Puerto Rico en Arecibo, trabajando como empaquetador en un supermercado Econo cuando no estaba subiendo canciones a SoundCloud. El año después de que su tema de trap latino “Diles” le valiera un contrato discográfico y su primer contacto con la fama, La Junta propuso recortar en un tercio el presupuesto de todo el sistema universitario. Ese mismo año, el huracán María tocó tierra, matando a miles de personas y causando daños por $90,000 millones de dólares. La gente se quedó sin electricidad, agua potable y servicio de telefonía móvil durante meses, mientras el presidente Trump le arrojaba toallas de papel a la multitud. Los padres de Benito, según le dijo al New York Times en 2020, no tuvieron electricidad por meses. Cuando los miembros de la administración del gobernador Ricardo Rosselló, hijo de Pedro, fueron arrestados por cargos de corrupción en 2019 — un escándalo eclipsado por otro cuando se filtraron mensajes homofóbicos y sexistas de Ricardo y miembros de su administración en un chat grupal — la gente ya estaba harta. Durante días, miles de personas salieron a las calles de San Juan hasta que el gobernador finalmente dimitió.

En ese momento, Benito ya estaba colaborando con artistas como Cardi B y Drake. Su álbum de estudio debut, X 100PRE, fue lanzado siete meses antes de las protestas y lo llevó a la lista de “Top Latin Albums” de Billboard. Cuando estallaron los escándalos, él encabezaba una gira que lo llevaría por América del Norte, Europa y América Latina. Estaba en Ibiza cuando pospuso las fechas de su gira europea para volar de regreso y unirse a las protestas. Después de la renuncia de Ricardo, Benito, con un chándal rosa flamenco, se dirigió a la multitud mientras ondeaba sobre su cabeza la bandera puertorriqueña, la que tiene el triángulo azul clarito, diseñada originalmente por exiliados puertorriqueños independentistas en 1895 en la ciudad de Nueva York y todavía asociada con el movimiento independentista. “Puerto Rico no se va a dejar”, dijo al micrófono, cerrando los ojos. “Bienvenido a la generación de Yo No Me Dejo. Los quiero, Puerto Rico”.

Participar en esas manifestaciones pareció ser un despertar político para Benito — más tarde le dijo a la revista Rolling Stone que pensó: ¿Por qué no había hecho esto antes? — pero con el tiempo, los álbumes, las giras y las actividades extracurriculares, incluyendo una temporada en el ring de lucha libre profesional y un cameo en una película de Brad Pitt, se volvieron más exigentes y se encontró cada vez más lejos de la isla.

En 2023, un año después de lanzar y salir de gira con Un Verano Sin Ti, que le valió un Grammy y un concierto como artista principal de Coachella (la primera vez que un artista latino solista lo hacía) se mudó temporalmente a Los Ángeles. Su vida era una fantasía escapista de esta ciudad: tenía una casa en Hollywood Hills; se sentaba en la cancha en los juegos de los Lakers; se rumoreaba que tenía citas doble con Hailey y Justin Bieber junto a su novia intermitente, Kendall Jenner, quien es una supermodelo y una Kardashian. Cuando Benito y Jenner estrenaron una campaña de Gucci juntos ese septiembre — fotos al estilo paparazzi caminando por un aeropuerto con sus equipajes de mano iguales y logomaniacos — el internet temió que esto no era vacacional, sino más bien una reubicación permanente. Como decía un tuit viral: “Ya no es Benito, es Ben 💔”. Al mes siguiente, lanzó Nadie sabe lo que va a pasar mañana, lleno de canciones sobre fiestas con Leonardo DiCaprio en Mónaco, evitando asentarse, y chingando, sí, dentro de la tienda de Gucci.

En realidad, jura que nunca había extrañado más a Puerto Rico. “Me hacía demasiada falta”, dice. “Y yo pensaba, Bro, esto fue decisión mía, porque necesitaba un tiempo para mí mismo. Ahí comencé a empatizar un poquito más con las personas que se van sin querer. Como que las personas que tienen que tomar la decisión difícil por su familia, el futuro de sus hijos, de ellos mismos. Y ese aspecto me dolía”.

Regresó a Puerto Rico a principios del año pasado y mientras festejaba disfrazado en La SanSe, un festival que se celebra a mediados de enero en el Viejo San Juan y que pone fin a la temporada navideña extralarga de la isla, comenzó a trabajar de lleno en lo que se convertiría en DeBÍ TiRAR MáS FOToS.

Es su primer álbum de sus 30 años, y con una nueva década llegan nuevas preocupaciones. Ahora es tío; sus amigos y familiares están teniendo hijos; está pensando seriamente en el futuro — el suyo y el de Puerto Rico y cómo mantenerlos entrelazados. Aferrarse a Puerto Rico, su Puerto Rico, es un estribillo recurrente en DeBÍ TiRAR MáS FOToS, incluso en un cortometraje sorpresa de 13 minutos que Benito lanzó en YouTube dos días antes del lanzamiento del álbum. Este fue protagonizado por Jacobo Morales, el influyente director, actor y poeta puertorriqueño de 90 años, cuya película Lo que le pasó a Santiago, de 1989, sigue siendo el único filme puertorriqueño nominado a un Oscar. El video, que Benito codirigió y coescribió, sigue a Morales, quien, después de recordar fotos en casa, se dirige a la panadería local. El paseo está lleno de vecinos que hablan inglés y que lo miran con recelo o lo ignoran por completo, y la panadería ha sido sometida a una brillante remodelación con capital riesgo: el tratamiento a lo Blank Street Coffee. Peor aún, la gringa del mostrador no sabe qué es el queso de papa y ofrece “quesitos veganos” antes de darse cuenta de que se agotaron.

Como lo indican los 25,000 comentarios, el golpe emocional llega alrededor del minuto siete, cuando, después de intentar pagar la factura demasiado cara en efectivo, Morales se entera de que el negocio ya no acepta efectivo por “política corporativa”. Pregunta si puede pagar más tarde; cuando la cajera le dice “no”, lo intenta de nuevo: “Pero por favor. Conocí al dueño original”. Morales, abatido, se prepara temblorosamente para irse cuando un puertorriqueño en el mostrador cercano se levanta y toca su tarjeta para pagar por él. “Seguimos aquí”, le dice a Morales.

Ese espectro del desplazamiento ha estado aterrorizando a Puerto Rico desde mucho antes de que Benito hubiera estado con nosotros. En 1915, Arthur Yager, gobernador de Puerto Rico designado por el presidente Wilson, escribió sobre la “miseria y pobreza entre las masas” y razonó que “el único remedio realmente eficaz es el traslado de grandes cantidades de puertorriqueños a alguna otra región”. En 1931, el Dr. Cornelius P. Rhoads, un oncólogo que trabajaba en San Juan, escribió que los puertorriqueños eran “sin duda la raza humana más sucia, más vaga, más degenerada y más ladrona… Lo que la isla necesita no es trabajo de salud pública sino un maremoto o algo que extermine totalmente a la población”. Luego se jactó de haber matado a ocho pacientes y “trasplantado cáncer a varios más”. Ochenta y ocho años después, en aquellos mensajes filtrados del chat grupal entre el gobernador Rosselló y sus cómplices, Edwin Miranda, un publicista que trabaja para la administración, escribió: “Vi el futuro… es tan maravilloso… no hay puertorriqueños”.

Mientras conducía de Isla Verde a Santurce durante un viaje a Puerto Rico, noté un grafiti en blanco y negro en un tramo de la autopista que deletreaba en grandes letras: VEMOS NUESTRO FUTURO: LIBRE DE COLONIZADORES.

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En entrevistas, Benito ha dicho a menudo, como una forma de explicar su sonido y su resistencia a “cruzar el charco” rapeando o cantando en inglés, que hace música para los puertorriqueños, pero “este proyecto en particular es el más”. La mayoría de los 17 temas del álbum se grabaron en casa y en la isla, en Río Piedras y en San Juan, e incorporan, como él dice, “música puertorriqueña — la música y la cultura de Puerto Rico de los últimos 50 años”. Es música que nace de la colección de instrumentos que yo había visto esparcidos por los enormes sofás de su sala durante una visita: bombos, timbales, maracas, un teclado, un cuatro.

El resultado es, a la vez, un homenaje y una proclama — una bandera que se planta. Bomba, plena, salsa, música jíbara, house y reggaetón — la música que, dice, ha estado escuchando desde que era un niño — se mezclan con su forma de cantar lánguida y grave. Los géneros más antiguos y tradicionales de la música puertorriqueña tienen sus raíces en la narración de historias, sus ritmos y estilos líricos siendo una forma de documentar la historia y transmitirla. La percusión de la bomba se remonta al siglo XVI, desarrollada por los africanos esclavizados, que habían sido obligados a ir a la isla por los españoles para trabajar en las plantaciones de azúcar; los tambores se usaban para comunicarse y estar en comunión. De la bomba surgió la plena, “el periódico del pueblo”, alrededor de principios del siglo XX. Su sonido se completó con más instrumentación y letras que abordaban los acontecimientos actuales. Finalmente, la música jíbara vino del campo puertorriqueño, y puso banda sonora, como la música country estadounidense, a las experiencias cotidianas de la gente común.

“Siento que Benito encontró su propósito como artista a través de este álbum, y creo que eso se nota”, me dice MAG. “Y Benito puso todas las miradas en Puerto Rico a través de un álbum”.

En “NUEVAYoL”, acelera “Un Verano en Nueva York”, de El Gran Combo de Puerto Rico, contra el bajo profundo y la percusión rápida del dembow, rapeando sobre la música para transformar el clásico relajado de la salsa de 1975. Hay reggaetón a lo largo del disco, como “KETU TeCRÉ”, una canción de despecho hecha para el club, y “EoO,” un sandungueo con sabor retro que te hará preguntarte si tus rodillas pueden perrear como antes. “CAFé CON RON”, una oda a emborracharse y despertarse con resaca, con la agrupación musical Los Pleneros de la Cresta, combina la batería de la bomba con el güiro rasposo de la plena y su llamado y respuesta. Y en “BAILE INoLVIDABLE”, Benito empuja su voz para empatar con los salseros que escuchó cuando era niño. En cada detalle, Benito hizo del álbum un homenaje a su hogar: la instrumentación en vivo, por ejemplo, estuvo a cargo de estudiantes de la Escuela Libre de Música de San Juan Ernesto Ramos Antonini y la Escuela Pablo Casals en Bayamón, dos escuelas públicas de música, y con colaboraciones de RaiNao y la banda Chuwi — todos jóvenes artistas puertorriqueños.

“Se siente de momento como que protegiendo mi música, la esencia de lo que es todo”, dice Benito. “Es algo que es parte de mí — no porque soy Bad Bunny sino porque soy Benito”.

Fue el mismo impulso que lo llevó a involucrarse en las elecciones para gobernador de Puerto Rico del otoño pasado. En septiembre, Benito compró vallas publicitarias en todo San Juan que describían un voto por el PNP — el partido en el poder cuya candidata, Jenniffer González-Colón, es republicana partidaria de Trump y excompañera de papeleta de Ricardo Rosselló — como un voto a favor de la corrupción y un voto en contra de Puerto Rico. Durante el Día del Trabajo, se sentó para una emotiva entrevista de 90 minutos con un popular YouTuber local, El Tony, para alentar el registro de nuevos votantes, especialmente entre los jóvenes, y enfatizó que no estaba allí como una celebridad, sino como alguien que quiere poder vivir para siempre — y algún día criar a sus hijos — en Puerto Rico.

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En noviembre, Benito, tratando de contener los nervios que siente cuando no actúa como Bad Bunny, pronunció un discurso de 20 minutos en un mitin en San Juan para La Alianza, el tercer partido progresista que busca reformas. Benito le contó a la multitud masiva sus sueños de un Puerto Rico libre de corrupción, libre de abusos estructurales y libre de políticos mentirosos que han perdido el respeto por su pueblo: “¿Y ustedes ya saben qué? Yo soy Benito Antonio Martínez Ocasio, soy puertorriqueño y siempre cumplo mis sueños”. Pero esta vez no fue así. González-Colón ganó, pero no fue una derrota total: el candidato de La Alianza, Juan Dalmau, quedó en segundo lugar con más de 390,000 votos — algo que un tercer partido en Puerto Rico, y mucho menos un candidato a favor de la independencia, nunca había hecho.

Para ese entonces, Benito ya había avanzado mucho en el álbum. Cuando llegó el momento de comenzar a lanzar su nueva música, decidió convertir las visualizaciones en YouTube del álbum en minilecciones de historia diseñadas para que parecieran diapositivas de PowerPoint de un salón de clases y escritas por Jorell Meléndez-Badillo, historiador de la Universidad de Wisconsin, Madison, y autor de Puerto Rico: A National History. Benito dice que supo desde el principio que quería encontrar una manera de incorporar “la historia básica de Puerto Rico”, que “se desconoce mucho a pesar de que es básica”.

El mensaje directo de Instagram vino de un miembro del equipo de Benito mientras Meléndez-Badillo estaba de vacaciones en Portugal con su familia. “Soy algo adicto al trabajo”, me dice el profesor, “así que le había prometido a mi esposa, a mi hijo, a mi terapeuta y a todos los demás que dejaría mi computadora atrás”. Afortunadamente, su esposa y su hijo, como Meléndez-Badillo, son fanáticos de Bad Bunny, y entendieron, como él dice, “lo que estaba en juego. Yo dije: ‘Tengo que decir que sí’”. Pasó la semana siguiente intercambiando mensajes con el equipo de Benito y redactando a mano un curso intensivo de 74 páginas sobre la historia de Puerto Rico. Sin saber mucho más sobre el disco que el resto de nosotros, reprodujo los dos sencillos disponibles, “EL CLúB” y “PIToRRO DE COCO”, en repetición mientras escribía. Benito incluso le pasó tarea. “Pidieron una entrada sobre los animales en peligro de extinción en Puerto Rico”, dice Meléndez-Badillo. “Tuve que investigar un poco y leer algunas revistas científicas”. Concho, el sapo crestado puertorriqueño antropomórfico en stop-motion que coprotagoniza con Morales el cortometraje y aparece en la carátula del álbum, es un nativo de la isla en peligro de extinción.

Cuando Meléndez-Badillo y yo hablamos, la Universidad de Puerto Rico acababa de ser amenazada con otra ronda de recortes presupuestarios, lo que pone en peligro principalmente los programas de humanidades, incluidos los de historia y estudios hispánicos. Esto pone el álbum y los videos en perspectiva. Sí, es un disco de Bad Bunny, pero también es un libro de texto.

“He recibido mensajes de maestros que están implementando estos visualizadores en los salones”, me cuenta Meléndez-Badillo, “y muchos mensajes de personas que me envían fotos de ellos mismos leyendo las diapositivas, de sus abuelos leyendo las diapositivas, de sus salones con los visualizadores en uso. Y comentarios de puertorriqueños mayores, puertorriqueños de la diáspora, agradeciéndome por enseñarles esta historia que no conocían”.

Benito ya se había mostrado molesto por tener que hablar sobre el estado de la política puertorriqueña. “Me siento como si fuera un atleta que representa a Puerto Rico en las Olimpiadas”, le dijo al New York Times en 2020. “Es… diablo”. En 2023, le dijo a Time: “Esa pregunta podría ser un poco injusta porque simplemente hago una canción y luego recae sobre ti una responsabilidad tan grande que no le van a preguntar a Daddy Yankee algo así”. Pero con este álbum en particular, parece haberse adaptado más cómodamente al papel de lector.

“Benito, en este disco, es muy consciente de su capacidad como sujeto colonial puertorriqueño”, dice Meléndez-Badillo. “Estas cosas no son innatas. Aprendemos a ser políticos. Aprendemos ideologías políticas”.

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Es imposible no parecer adulador cuando se argumenta que hay que tomar en serio lo que una celebridad rica tiene que decir sobre política. Sus pequeñas publicaciones en Instagram, sus discursos de campaña o, Dios reprenda, sus vergonzosas canciones, suelen ser demasiado obvias o demasiado ensayadas o demasiado tardías y endulzadas. Casi siempre carecen de autoconciencia. Pero, ¿cómo no creerle a Benito?

Para comenzar, el dinero y la fama solo pueden protegerte hasta cierto punto cuando se trata del imperialismo estadounidense. Ni siquiera pueden darte el derecho a votar por el presidente, como en el caso de Benito, cuando emitió su voto en San Juan en noviembre. Ayuda el hecho de que había estado rapeando y hablando de lo que los puertorriqueños llaman la brega mucho antes de que un comediante intolerante se volviera viral en un mitin de MAGA. Y si bien, claro, tiene la seguridad que viene con la riqueza, Benito admite que todavía sabe lo que se siente cuando “acabas de ponerle las gomas nuevas que se te explotaron para que se te exploten otra vez” en las carreteras de la isla, que siempre están mal reparadas. O cómo “tener una planta eléctrica se ha vuelto como tener una nevera, una estufa, sistema de agua potable”, porque no es una cuestión de si la red eléctrica fallará una vez más, sino de cuándo. En un momento dado durante su estancia en Los Ángeles, se fue la luz en su casa durante una rara tormenta, y en un pánico instintivo salió corriendo a comprar generadores. Su Puerto Rico de hoy tiene más comodidades, pero es el mismo Puerto Rico en el que viven su familia y sus amigos, los mismos amigos que ha tenido desde que era niño. Y es ese Puerto Rico el que todavía añora.

El lunes por la mañana en que primero nos conocimos llegó después de un fin de semana largo para Benito, que comenzó con una parranda — una fiesta itinerante de puerta en puerta, con música en vivo, comida y bebida, que es una tradición de la temporada navideña, como los villancicos pero con sazón — por Manatí el viernes por la noche. Los videos subidos a TikTok muestran a Benito, con un vaso Solo rojo en la mano, sonriendo y cantando en las puertas de las casas de extraños, a veces entrando cuando la multitud detrás de él crece. El sábado, en el concierto del rapero Residente, casi desaparece entre la multitud frente al escenario en el Distrito del Centro de Convenciones en San Juan. Las cámaras lo captaron bailando, saltando y estrellando una lata de cerveza contra su frente. “Yo no tenía intención alguna de meterme para el público”, dice, pero entre las dos cervezas de marca Residente que había tomado — “Dos son suficientes para volverte loco” — y un popurrí de algunas canciones de Calle 13, el grupo de rap que Residente cofundó a principios de los 2000, no tenía otra opción.

El fin de semana fue como un viaje a través del tiempo para Benito. Durante la parranda se topó con un excompañero de trabajo del supermercado Econo. “Él se me ve y me dice, ‘¿Mira, te acuerdas de mí?’”, recuerda sonriendo. “Nos reímos. Como que dije qué bueno estar aquí. Me di cuenta que estaba en el lugar correcto”. Incluso el concierto, dice, fue el pasado chocando con su presente. En realidad, nunca había visto a Residente en vivo porque la última vez que tuvo entradas, hace diez años, se las vendió a un conocido que se convirtió en su mejor amigo y que terminó allí con él ese sábado. “Entonces como que todo eso se mezcló y de momento en mi mente yo estaba en el 2014”.

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Once años y 1,606 millas después, me encuentro con Benito nuevamente en una habitación revestida de madera: su suite en el Hotel Greenwich en Tribeca. Es principios de enero, el día después de su actuación como coanfitrión del Tonight Show Starring Jimmy Fallon y la tarde siguiente a su paso por La Mega 97.9 FM. Después de nuestra conversación, tiene previsto filmar un episodio de Hot Ones. Si la campaña de prensa para el álbum es agotadora, no lo puedo notar a través de sus gafas de sol de aviador doradas que parecen las de Héctor Lavoe, aunque una barba de las cinco está empezando a aparecer alrededor de su perilla unas cuatro horas antes de lo previsto.

La habitación, como el resto de la ciudad, es gélida. El gorro de piel de oveja que lleva sobre su casco de rizos no lo protege mucho del frío, así que se sienta sobre las manos mientras está sentado en una otomana de terciopelo, meneándose hacia adelante y hacia atrás para entrar en calor. El gorro, me explicó, es una especie de homenaje a Nueva York, la ciudad que históricamente ha tenido la mayor población de puertorriqueños fuera de la isla. “Yo de chiquito, alguien se iba para allá afuera, yo decía ‘para Nueva York’,” dice. “Para mí todo Nueva York era Estados Unidos”. Para los puertorriqueños que llegaron a Nueva York, el frío era a menudo su mayor preocupación, explica, así que usa el gorro por ellos — y para mantener su cabeza caliente para que sus pensamientos no se congelen.

El frío fue devastador para mi padre cuando se mudó aquí con su familia, con la esperanza de escapar de la pobreza y convertirse en parte de los más de 600,000 puertorriqueños que emigraron al continente entre 1946 y 1964. Cuando mi padre, de 85 años, habla de ello hoy, puedo escuchar al niño recién bajado del avión. Cuánto echaba de menos sentirse libre, abrumado aquí por el tráfico, el tamaño de los edificios, la forma incomprensible en que todos a su alrededor hablaban, “como con canicas en la boca”. Cómo su padre, incapaz de soportar el frío y la dureza, pronto regresó a la isla sin mirar atrás. Cómo, décadas después, ya de adulto, cuando visitábamos Puerto Rico de vacaciones, mi padre se aseguraba de sentarse en el asiento de la ventanilla del avión en el vuelo de regreso. “Miraba hacia atrás y veía la isla”, dice, “y me sentía tan mal, como si me estuviera yendo de casa”.

En parte, por eso el nuevo álbum de Benito comienza con una canción llamada “NUEVAYoL”. Al principio, admite, no podía superar la idea de que este disco para Puerto Rico comenzara en Nueva York. Pero se dio cuenta de que hay una comunidad enorme de puertorriqueños en la ciudad y que, para que estuvieran aquí, en algún momento tenían que irse de allí. “Entonces son puertorriqueños que una vez estuvieron aquí y tienen una conexión cabrona”.

Como dice la contraportada del álbum, DeBÍ TiRAR Más FOToS está dedicado a todos los puertorriqueños en la isla y en el resto del mundo. “Porque creo que, al final del día, eso es lo que nos conecta: la cultura, nuestra historia, nuestras raíces”, dice. Ese llamado inclusivo a la diáspora — para invitarnos a regresar, para incitarnos a preguntar, tal vez por primera vez, “¿Cómo fue mudarse aquí?” — es, en gran parte, lo que ha hecho de este disco un éxito mundial. El álbum es un portal a Puerto Rico, no solo para Benito sino para el resto de nosotros que nunca podremos conocerlo como él lo hace. A través de él, tal vez podamos acercarnos.

No estaba garantizado que lograra todo eso. “La noche anterior a que salga el disco me levanté así a medianoche, como que ansioso”, dice. Resulta que la pérdida de sueño no era necesaria. Debutó en el número 2 en “The Billboard 200”, obteniendo el primer puesto la semana siguiente y manteniéndolo durante semanas después de eso. Ahora tiene el récord de Spotify del álbum más rápido de un artista masculino en superar los mil millones de reproducciones, superando a Un Verano Sin Ti. La canción principal encabezó las listas globales de Apple Music y Spotify, y los usuarios de TikTok la convirtieron en la banda sonora de sus propios collages de álbumes familiares. El día que salió DeBÍ TiRAR MáS FOToS, la madre de Benito, Lysaurie, él me cuenta, tuvo que quitarse el Apple Watch. Tantos amigos y familiares le estaban enviando mensajes, y ella no quería que le arruinaran nada hasta que lo escuchara ella misma.

En enero, Benito anunció una residencia de 30 espectáculos — No Me Quiero Ir de Aquí — que comenzaría a mediados de este año. Esta vez, aprendió su lección: todos los espectáculos serán en el Coliseo de Puerto Rico en San Juan. “Estoy bien emocionado de irme de gira pero en casa”, dice con una sonrisa, juntando las manos. “Por la mañana puedo estar allí jugando dominó con mi abuelo, y por la noche puedo estar en la tarima”. ¿Poder tener una rutina y una razón para quedarse en Puerto Rico mientras sigue cumpliendo con sus deberes de estrella del pop? Lo mejor de ambos mundos. Las entradas se agotaron en menos de cuatro horas.

Sacando las manos de debajo de sus mahones holgados y de lavado claro, y extendiendo los brazos en el aire, intenta explicarme cómo tanto la realización y la respuesta al álbum fueron igual a cuando Goku invoca su movimiento característico, Genki Dama, en Dragon Ball Z. “Todo el universo, todas las personas brindándole su energía”, dice. “Y él saca toda la fuerza de la gente. Es la gente dando la fuerza”.

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